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La práctica lacaniana en instituciones

El saludo analítico
«El psicoanalista, por su parte, no es un trabajador de la salud mental (…) El concepto mismo de sujeto impide pensar la armonía del sujeto con cualquier cosa en el mundo.(…)El analista no puede dar la salud mental. Sólo puede dar la salud, es decir, puede saludar al paciente que llega a su consultorio».
Jacques A. Miller «Lógicas de la vida amorosa»
Encontrase en los laberintos, significantes escurridos de la lengua materna. Descubrirse hablado, sentirse, por las aristas de las palabras alienado. Reducir hasta el hueso, hallar la letra ignorada de un goce singular. Sin salud mental, pero sí con saludo analítco.
Andrea F. Amendola

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Entrevista a Vilma Coccoz

Por María José Figueroa

La idea de poder entrevistar a Vilma surge a partir de la lectura del libro La práctica lacaniana en instituciones I: Otra manera de trabajar con niños y jóvenes.  El cual – tal como ella señala en su libro –  es resultado de una transferencia de trabajo en el Campo Freudiano e inspirado en la realización del deseo de Lacan de devolver al psicoanálisis “el lugar que le corresponde en nuestro mundo”.

Vilma Coccoz es AME de la ELP, y miembro de la AMP. Docente del NUCEP del ICF. Ha participado en el documental “Otras Voces”, compiladora del libro “La práctica lacaniana en instituciones I: otra manera de trabajar con niños y jóvenes”, autora de los libros “Lo que Lacan sabía”, “La neurosis obsesiva II: Lecciones introductorias a la clínica psicoanalítica” y de numerosos artículos como “La infancia bajo control”, “De Freud a Lacan un recorrido inacabado”, etc.

Vilma amablemente accede a efectuar esta entrevista vía correo electrónico.

María José: Vilma, primero que todo, muchas gracias por acceder a la entrevista. Me gustaría partir preguntándote sobre ti, cómo llegas al psicoanálisis, y qué motiva el ingreso a la AMP y a ELP.

Vilma: Gracias a ustedes, a la comunidad chilena de la AMP representada por los dos grupos asociados (ALP y CEIP), y en especial a ti. Llegué al psicoanálisis como muchos jóvenes argentinos, a través de mi análisis personal, que inicié muy pronto, a los 17 años, y de mis estudios paralelos a la carrera de Psicología. Al radicarme en España pude participar desde sus inicios en las actividades del Campo Freudiano que desembocaron en la constitución de la ELP.

María José: Me parece que en tú práctica hay un interés especial por la infancia, cómo surge ese interés.

Vilma: El interés por la infancia forma parte de mi formación analítica. Fue un respiro encontrar que en el Campo Freudiano no se distinguían los analistas según las edades de sus pacientes: analistas de niños, de adolescentes y de adultos como se hacía en otras corrientes analíticas. Hay un psicoanálisis, el del ser hablante, si bien algunas cuestiones específicas caracterizan la práctica con niños.

Joven practicante, tuve ocasión de trabajar en una institución para niños y adolescentes. Me marcó mucho esa experiencia, sobre todo por las limitaciones, las mías y las del dispositivo. Allí despertó mi interés por lo institucional, por encontrar otra forma de hacer institución que no fuera el modelo interdisciplinar en el que se insertaba mi trabajo.

María José: Podrías contextualizar la niñez en la época. La instalación del discurso capitalista ha traído consecuencias en varios ámbitos, a tú juicio cuál es la consecuencia de este consumismo en relación a la infancia.

Vilma: ¿Hoy en día? No hay más que ver hasta qué punto los niños están adheridos a sus “lathouses” como les llamaba Lacan, “latosas” se ha traducido, que suena a “ventosas”, objetos que chupan literalmente al sujeto, adhiriéndolo a una satisfacción que no pasa por el Otro.

Miller ha hablado recientemente acerca de un saber autoerótico, que no pasa a través del adulto, por ser accesible directamente vía internet.  Lo  que supone un cambio en la educación, debemos hacer un esfuerzo nosotros por conectar con ellos y no esperar que sea al revés, como sucedía anteriormente, cuando el niño se esforzaba en ser mayor, en la dirección del Ideal del yo.  Si los adultos renuncian a hacer ese esfuerzo, abandonan a los jóvenes a su goce,  más precisamente a la errancia en el goce, al desvarío como lo llama Lacan, y se genera un abismo generacional,  a falta de la alegría y el interés que suscita un discurso compartido. Está también  la raíz de tanto fracaso escolar y del malestar del enseñante, el tedio, el aburrimiento que recorre las aulas.

María José: A propósito de tú experiencia institucional y de las limitaciones que mencionas, cómo surge el libro La práctica lacaniana en Instituciones.

Vilma: Es el resultado de un ciclo que organizamos en el Departamento de Psicoanálisis con niños del Nucep, con los auspicios del Espacio de niños de la Red Cereda, en Madrid. MI idea era superar la barrera lingüística e invitar a colegas con una enorme trayectoria institucional, aunque no hablaran español, porque tienen mucho que enseñarnos. Un grupo de personas entusiasta me secundó. Hicimos un trabajo previo de traducción de textos, estudio y comentario, de tal manera de generar una transferencia con el invitado. Y funcionó estupendamente, la traducción consecutiva es muy viva, y la posición en la enunciación logra “pasar” al auditorio. Se pueden ver los videos de estos encuentros en la web del Nucep.

María José: Cuál es el contexto europeo a nivel institucional y qué dificultades se les ha presentado en relación a su apuesta clínica, pensando que hace poco tiempo, al menos en Francia había una voluntad política a impedir el tratamiento psicoanalítico de los autistas.

Vilma: Muy pronto se dará a conocer el informe del Observatorio Internacional de Políticas del autismo de la AMP del cual soy responsable como miembro del Comité de Acción. La situación es ciertamente muy difícil en Francia pero va más allá, es una política global cuyo fin es el abandono de la clínica del autismo para considerarlo un problema netamente educativo e implementar sólo terapias de reeducación excluyendo el sufrimiento y los factores relacionales, lo netamente clínico. Finalmente, como lo ha demostrado Eric Laurent en La batalla del autismo, de obligada lectura, esta operación se reduce a una cuestión presupuestaria que coincide con la tendencia a la privatización, al desmantelamiento de la salud pública.

María José: quizás algo de esto que mencionas se relaciona con lo  difícil de la transmisión del psicoanálisis en extensión, es decir fuera de la Institución analítica, de las Escuelas o de los grupos de formación, a qué crees que se deba esa dificultad.

Vilma: Creo que hemos abusado un poco de nuestro discurso, de “hablar para los de la parroquia” y que tenemos que valorar cuáles son los medios más adecuados para la extensión, propiciando nuevos modos de encuentro para hacernos presentes en los debates de la Ciudad. En este sentido, los documentales como Otras Voces o A cielo abierto funcionan muy bien como causa de la conversación, del diálogo con otros discursos, con los padres, con educadores.

María José: Los documentales que mencionas ejemplifican muy bien ese intento de diálogo con otros discursos. Pese a ello, el encuentro con la Institución  – no analítica – en algún punto siempre se hace difícil para los analistas, pero el modo de hacer institución en dispositivos como Courtil, Antena 110, el Taller crecer sin padres, etc.   Ánima a pensar que ese encuentro es posible, cómo crees que se da esa posibilidad o qué la facilita.

Vilma: Las instituciones y dispositivos creados a partir del discurso analítico tienen una operatividad inconcebible en otros discursos, precisamente porque el discurso analítico, el último en llegar, como dice Lacan, esclarece los impasses de los otros.  En primer lugar, porque se resguarda en el centro de la institución, entendida como discurso, el lugar del A tachado, del no-saber tal y como lo concibe Lacan, bordeado por un saber muy preciso que le da su marco, es lo que lo distingue de la ignorancia crasa. De ello depende la efectuación en lo real del principio del uno por uno, para hacer un lugar a la singularidad del  síntoma es preciso proteger el lugar del no saber.

Creo que el deseo de hacer institución, de reunirse con otros  para llevar a la práctica los principios del discurso analítico es muy personal. Suelo decir que “la práctica entre varios” constituye una cura antinarcisista, por un lado, se deja libertad a cada uno de intervenir, por otro, se requiere su responsabilidad respecto de su acción en la puesta en común de las reuniones. Es algo fundamental, habitualmente las reuniones  institucionales tienen un carácter organizativo, burocrático. En nuestras instituciones  se construye, se elabora, se pone a punto el apoyo que el niño o el joven necesita para sostener su invención particular.

María José: en “La práctica lacaniana en Instituciones” planteas que el modo de hacer institución está estrechamente vinculado con el estado de los discursos. Por un lado, podemos pensar en el discurso analítico y cómo este opera o qué consecuencias tiene la escucha analítica en una institución para un sujeto en particular, y por otro cómo en las políticas sociales, públicas de cada país, que regulan cierto quehacer institucional “para todos” igual, lo que prima es el discurso universitario, el discurso del saber, de la estandarización. Entonces cómo poder ubicarse como analista lacaniano frente a la invasión de la tecnocracia y la evidencia.

Vilma: La dificultad que tú planteas es clara. Por un lado necesitamos políticas democráticas que favorezcan las formación de instituciones públicas, o que mejoren las existentes; por otra, debemos poder articular nuestra ética, que no es universalista, e introducir la clínica como el agujero del para-todos. Por ejemplo, la ley de inclusión educativa es muy necesaria para el funcionamiento del estado democrático, pero su implementación no puede ser ciega, requiere de una orientación que preserve el caso por caso. De lo contrario, paradójicamente, una ley democrática se vuelve un imperativo que genera una segregación interna a las aulas. Hay casos que no pueden ser escolarizados. De ahí que sean necesarias instituciones de transición hacia la escuela, o residencias cuando la escolarización es imposible, pero siempre teniendo en cuenta que la perspectiva es la inclusión en la comunidad.  Pero el tiempo dela inclusión no es igual para todos.

María José: A falta de dispositivos como La Antena 110, Courtil, Crecer sin padres, etc. Qué estilo de trabajo se puede realizar  en instituciones (no psicoanalíticas) pero orientados desde el psicoanálisis. 

Vilma: Existe una diversidad muy grande de dispositivos de psicoanálisis aplicado. Es muy importante que puedan conocerse, de este modo también podrán inventarse otros. Es una gran suerte pertenecer a la AMP, en donde han germinado estas invenciones colectivas que se hacen cada vez más necesarias en el siglo XXI. Lo fundamental para llevar estos proyectos adelante es el deseo. En el origen de cada institución, o de la inserción de un analista en una institución, aunque sea orientada por otro discurso, educativa, sanitaria, social, siempre hay alguien que quiso hacerlo y mantuvo este deseo vivo a pesar de las contrariedades.

María José: volviendo al tema de la infancia y las Instituciones, cómo se puede pensar la entrada de un niño a una institución, considerando que muchas veces la urgencia, o la prisa por el ingreso no es del niño, sino de otros.

Vilma: Deberíamos hacer un seminario sobre “La clínica de la urgencia” para poner a punto el saber que hemos podido extraer de una casuística muy diversa.

María José: Sería interesante. Has transmitido parte importante de tú experiencia clínica, institucional, consideras que haya algún tema que te parezca importante abordar.

Vilma: Sólo decirles de mi alegría de que el libro se lea, se estudie, se comente. Confío en el efecto contagio del deseo.

fuente: http://www.psicoanalisisentrevistas.com/2015/07/la-practica-lacaniana-en-instituciones.html


Patricia Cárdenas García

Psicóloga Clínica

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¿Trastornos emocionales en niños preescolares?

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Cristian Vásquez. académico de la Escuela de Psicología PUCV y Máster en Salud Mental y Clínica Social de la Universidad de León e Instituto de Neurociencias y Salud Mental de Barcelona España señala que en el mundo actual con el ritmo de vida  se aprecia un alza importante de niños con trastornos psicológicos de carácter ansioso o algún tipo de problema conductual

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” Vivimos en una sociedad muy exigente, con demasiada información. Los niños están expuestos desde muy temprano a muchos estímulos. Los papás están menos tiempo con ellos, entonces la situación hoy es más delicada, porque son muy vulnerables a este tipo de situaciones, están en una etapa de pleno desarrollo y por lo tanto los conflictos que tienen los padres son rápidamente percibidos por los niños”.

Es importante que el psicólogo que trabaja con niños entienda como poder darles  el espacio, como escucharlos.   Logrando planificar una correcta intervención que incluya y ayude a los padres, desde una mirada familiar y no individual.

Los niños que mas son consultados en clínica son los desde los 3 a 12 años, con  diversas dificultades, pero las más importantes se relacionan en general con comportamiento escolar, porque ahí es donde los niños comienzan a manifestar tales dificultades. Hay un aumento en el trastorno en la infancia. Cada vez hay niños que presentan más problemas de conducta, de ansiedad y de trastornos que antes no eran propios de la infancia como la depresión, niños con dificultades para controlarse, son muy inquietos, que algunos creen es déficit atencional y puede que sea eso, pero puede también tener su origen en la falta de instancias de contención.

En general los tratamientos con niños se centran en el juego y en dibujos, para entender las relaciones del niño con su familia y entorno,  habiendo otras formas de tratamiento con exploraciones mas en el mundo interno de cada niño.

TRASTORNOS EN ETAPA PRECOZ

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Otro factor importante, es que cada vez hay niños más pequeños con trastornos. Antes, los niños estaban relativamente protegidos, por lo menos hasta los seis años. “Era más benigno su desarrollo. Hoy niños de cuatro y cinco años,ya manifiestan trastornos de ansiedad. Hacen muchas pataletas, les cuesta ir al jardín, etc. Entonces, es un problema importante que no se resuelve fácil, dándole todo al niño para que sea feliz, !claro que no, mala forma!.. o el niño debe aprender y cumplir todas las normas, !también es mala política!. ¿Qué hacer entonces?”

EL ROL DE LOS PADRES

Para Cristian Vásquez, el contexto social es la base de los cambios que han desarrollado los niños y cómo ellos alteran su desarrollo emocional. ” Se produjo una ruptura cultural con la aparición de un nuevo individualismo, que es que las personas sólo tienen derechos. A consumir y a pasarlo bien y está fomentado desde el sistema, por tanto las personas se sienten con el derecho a tenerlo y conseguirlo todo y en ninguna parte se habla de la obligación, del bien común, de que hay que postergarse, de que no se puede tener todo, de que en realidad, sino lo ha ganado no se lo merece, que los regalos son sólo para el cumpleaños y navidad. Este cambio de consumir y adquirir lo que quiero comenzó a partir de los 90´ y se acentuó. Entonces los papás, quedaron muy atrapados en esta cosa de ser modernos, pero no saben en qué medida es posible hacer eso y además hay otro problema que es súper importante, que tiene que ver con el exceso de medios de información”.
“Los papás ahora, según estudios, del tiempo total que están en casa, sólo un 10 o 15% lo comparten con sus hijos, el resto lo pueden pasar frente al computador, en internet o viendo televisión. Ocurre entonces que los hijos pasan más de un 70% del tiempo en casa bajo a otra influencia digital y con suerte una parte de ese porcentaje lo comparten con amigos”, agregó.

¿Qué se hace frente a eso?

“Hoy es muy difícil pensar en qué hacer, porque los papás no pueden prohibir, no pueden limitar, cómo intervenir frente a eso, cuando es tan poco tiempo el que pasan en casa que no quieren llegar a retar a sus hijos, entonces es una situación complicada”.
Por una cultura moderna con demasiada información y los papás no se sienten con autoridad. Autoridad proviene de autor, vale decir yo soy el que defino. Yo soy la persona que dirijo. Pero en el contexto de cultura paterna moderna, los papás no se sienten autoridad, porque creen que sus hijos son demasiados autónomos, que tienen que saber autogobernarse y no es así. Autoridad significa que uno tiene que gobernar a los niños con racionalidad, no de forma autoritaria ni rígida, pero necesita dirigirlos. Entonces, hoy frente a niños que tiene mucho poder, mucha conciencia de sus necesidades con una cultura que los estimula mucho a ser autónomos, con una educación que en realidad se ha quedado atrás, tampoco se transforma en un apoyo para los papás, porque los niños ven a la educación como un complemento, cuando en rigor también es una fuente de autoridad”.

El  “Desarrollo de Competencias de los Padres”,  es fundamental en una intervención de carácter familiar, donde se logre orientar y ayudar a los padres a cumplir sus roles, entendiendo a los niños.  Los padres hoy viven una etapa de crisis, de mucha información, no saben cuándo poner límites, cómo ser autoridad, hasta dónde aceptar.  Se trata entones de entender a los papas en el proceso de intervención,  porque tampoco se trata de ver a los niños y empezar a retar a los padres y dar órdenes.
“Llegan tarde a la casa, no quieren peliar, quieren que los hijos se sientan bien, ¿qué van hacer?. Muchas veces, los terapeutas o profesionales, se centran mucho en el niño, porque se ve como la “víctima de malos papás” y criticar o descalificar a los papás no es buena política, ya que en general los papás quieren a sus hijos y pretenden hacerlo lo mejor posible. Se equivocan, no saben; no hay herramientas, ellos mismos tienen carencias y para cerrar, nuestro enfoque sistémico, lo que busca es incorporar a los papás y trabajar con el niño junto con ellos”.

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Patricia Cárdenas García

Psicóloga Clínica

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El síndrome de la última pija/ ¿Porqué repetimos los que nos hace daño?

SOBRE LOS DESAFIOS EN LA CLINICA PSICOANALITICA CON ADOLESCENTES

El despertar de la primavera

La adolescencia es una construcción que debe deconstruirse en cada caso, en la
singularidad del Sujeto. El psicoanálisis de Freud ya no opera como entonces,
por la devaluación de la palabra y la desaparición del amor al saber inconsciente

El tema de los adolescentes históricamente ha despertado un gran interés, una gran curiosidad, un intento de entender qué pasa en ese momento de transformación estructural donde también se ven reflejados con intensidad los cambios de cada época. Hay un tratamiento social del tema, se habla de «la crisis de la adolescencia», que actualmente presenta jóvenes con variedad de síntomas: droga, alcohol, suicidio, agresividad, pasajes al acto, adictos a las pantallas, que se presentan bajo un estado de indiferencia absoluta.

La crisis adolescente es la manifestación de un cambio que se presenta bajo ciertos fenómenos pero esto no alcanza para precisar el abordaje clínico de cada caso en su singularidad.

Por eso, ir del saber a la invención es ya la propuesta de Sigmund Freud cuando se enfrenta a cada uno de sus pacientes olvidando lo que sabe, donde cada caso es único.

No desconocemos que el psicoanálisis de los tiempos de Freud ya no opera como entonces, hay una devaluación de la palabra que nos presenta sujetos desposeídos del querer decir, cerrados en su vida afectiva, con actitudes cínicas, indiferentes, que programan el desencuentro y no el amor imposible a través de Internet.

El amor al saber del inconciente parece desaparecer ante la oferta de Google que sabe todo. El saber está disponible y no hay que ir a buscarlo al campo del Otro.

Para el psicoanálisis, la adolescencia es una construcción que deberá deconstruirse en cada caso, para poner en primer plano lo que Freud denomina Metamorfosis de la pubertad y Jacques Lacan refiere como El despertar de la primavera.

Es lo real de la sexualidad que irrumpe como escansión, como corte con la sexualidad infantil, como déficit de saber y que afecta a cada uno, sobre todo en lo que se refiere al cuerpo no solo como imagen sino también habitado  por el empuje de lo sexual.

Mas allá de los cambios de valores, de la libertad sexual en que viven los adolescentes ¿podríamos arriesgarnos a decir que no hay nada nuevo bajo el sol? ¿Qué es lo que no cambia?

El objetivo para el analista  es  dialogar con la clínica y los obstáculos que se presentan en la actualidad en nuestro quehacer como analistas.

Los conceptos fundamentales de psicoanálisis, acuñados por el descubrimiento freudiano: transferencia, inconciente, pulsión y repetición, siguen siendo las herramientas con las que operamos pero merecen ser actualizados para que el psicoanálisis siga vigente como práctica.

El lugar del analista, como instrumento que favorece la subjetividad en juego en cada cura, enfrenta el desafío de inventar nuevas respuestas frente a las diversas manifestaciones del malestar actual.

La experiencia de un análisis es la oportunidad de un nuevo destino, el alivio de un sufrimiento que motiva la consulta, un nuevo modo de vivir lo pulsional.

La propuesta es recorrer el camino del saber a la invención apoyándonos y dejándonos enseñar por la clínica que se adelanta y nos lleva a interrogar y revisar la teoría en que nos apoyamos.

Tomaremos como pilares el aporte de Sigmund Freud y de Jacques Lacan en lo que se refiere al psicoanálisis como práctica que conserva su eficacia.

Creemos importante desempolvar, aggionar, dar vida a los conceptos para responder a los desafíos actuales con que nos enfrenta nuestra práctica enfatizando el lugar del analista como algo a revisar, interrogando nuestros saberes y promoviendo una invención que podrá ser leída por sus efectos. El Curso dará comienzo el próximo 10 de agosto en el Colegio y se llamará «Del saber a la invención. Desafíos de la clínica psicoanalítica con adolescentes».

María del Carmen Arias

Miembro de EOL, de AMP, de Erinda.

fuente: http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/rosario/21-50270-2015-07-23.html


Patricia Cárdenas García

Psicología Clínica

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Los nombres de la soledad, LAURA PETROSINO

Los nombres de la soledad, LAURA PETROSINO.

Los nombres de la soledad, LAURA PETROSINO

«El psicoanálisis apuesta al amor, al contrario del capitalismo, que lo rechaza. Sin embargo, hay diferentes tipos de amor. Y, efectivamente, hay amores que están del lado del estrago, que dejan al sujeto que lo padece en el lugar de la víctima. Pero el psicoanálisis apuesta no sólo al amor sino a un amor más digno. Un amor al que no se llega a menos que uno haya encontrado una manera propia de arreglárselas con aquello de lo que sufre. De alguna manera, podría decirse que para llegar a ese amor es necesario haberse reconciliado con esta soledad que nos habita»

En Mujeres de papel, la psicoanalista Laura Petrosino dedica el texto que escribió para esa compilación a la soledad en la obra de su colega francesa Catherine Millot, quien a su vez también trabaja ciertos textos de William Hudson y Roland Barthes, entre otros escritores que fueron capaces de dar cuenta de la relación con ese estado, algunas veces causa de dolor, en otras de cierta pacificación.

El libro, publicado por la editorial Grama, es una compilación de Daniela Fernández, y lleva un prólogo de Graciela Brodsky y un posfacio de Esthela Solano-Suárez, además de ensayos de Cecilia Rubinetti, Manuel Zlotnik, Paula Kalfus, Debora Rabinovich y más.

Este es el diálogo que Petrosino sostuvo con Télam, centrado casi siempre enOh Soledad, el trabajo de Millot publicado por el sello Ned.

T : ¿Qué fue lo que te interpeló, a grandes rasgos, del libro de Catherine Millot, tanto que leíste ciertos textos de Barthes y de Hudson en esa clave?
LP : Comparto con Millot el interés por la soledad y el gusto por el psicoanálisis lacaniano y la escritura. Millot, analista, escritora y analizante de Jacques Lacan es, además, una ávida lectora. En este libro que de alguna manera es la continuación de Abismos ordinarios, la autora teje un relato con los hilos de su experiencia analítica y las lecturas que la han marcado: En búsqueda del tiempo perdido, de Marcel Proust, Villa Amalia, de Pascal Quignard, Las amistades peligrosas, de Choderlos de Laclos, Choses dont je me souviens, de Sôseki, Historias extraordinarias, de Edgar Allan Poe, entre otros. Con su estilo, Millot nos recuerda, sin decirlo, que aquello que nos conmueve de lo que leemos es signo de la estofa de la que estamos hechos y que, a menudo, ignoramos. En esta línea, dedica un capítulo a Días de ocio en la Patagonia, de William Hudson y otro a Roland Barthes. Hudson testimonia de la soledad que conquista en el desierto donde logra que el pensamiento se calle. Barthes, en su seminario ¿Cómo vivir juntos?, dictado en el Colegio de Francia, se avoca un año a estudiar los distintos arreglos posibles entre el aislamiento y la vida en sociedad. Es bellísimo ese curso, especialmente la clase inaugural en la que habla de literatura. Aprendí, escuchándolo, que sabor y saber tienen la misma raíz etimológica en latín. ¡Una delicia!

T : Es habitual escuchar que nacimos, morimos y tomamos las decisiones clave, solos. ¿Cuánto pensás -como psicoanalista- que hay de cierto y cuánto de lugar común en ese dicho?
P : Lacan habla de la soledad cuando evoca el acto. En su Acto de fundaciónde 1964 dice que funda la Escuela Francesa de Psicoanálisis solo como siempre lo ha estado en su relación con la causa psicoanalítica. Daniela Fernández es quien coordinó el Ateneo Mujeres de papel, actividad que se inscribió en el programa del ICdeBA (Instituto Clínico de Buenos Aires) y que tuvo lugar en la EOL (Escuela de Orientación Lacaniana). El libro Mujeres de papel nació de ese Ateneo. Daniela (Fernández) compiló y editó las clases que allí se dictaron. No es casualidad, me parece, que ella abra este libro sobre mujeres, psicoanálisis y literatura con una cita del Seminario 20 que se refiere a la soledad: Lo que habla, sólo tiene que ver con la soledad […] Ella, la soledad, en ruptura con el saber, no sólo puede escribirse, sino que además es lo que se escribe por excelencia, pues es lo que de una ruptura del ser deja huella. Las figuras femeninas a las que se avoca el libro: Lisístrata; Victoria, de Eric Reinhardt; Nora, de Ibsen; Lol V. Stein, de Marguerite Duras; Zazie, de Raymond Queneau; Clarice Lispector; Ondina, de Jean Giraudoux; Psiche; Anna, de León Tolstoi, entre otras, enseñan, de diversos modos, sobre las distintas maneras en las que la soledad se escribe.
Millot, por su parte, dedica todo un libro a la pareja escritura/soledad. Pluraliza la soledad y nos lleva de viaje a la tierra de las soledades posibles. No sólo evoca el valor que la soledad toma en la obra de autores como Hudson y Barthes, como mencionaba antes, sino que además diferencia lo que ella llama la soledad traumática de la soledad oceánica. Esta última le permite desimaginarizar la soledad. Es decir, no se trata de estar solo, de la ausencia de los otros, que sí tendría más que ver con el lugar común en el que se sitúa a la soledad. Es otra cosa. La soledad que causa su escritura es una soledad intrínseca al ser hablante que, como dice Lacan, está en ruptura con el saber.

T : Según entiendo, Millot consigue alcanzar la soledad oceánicadespués de atravesar la soledad traumática, casi como una condición, empujada por su análisis (el amor) y por la escritura. ¿Podés ampliar esa idea?
P : Efectivamente, la soledad traumática es lo que Millot llama la cara oscura de la soledad. Se sirve así de Proust para evocar un amor que es indisociable del desamparo y de la angustia. Un retraso, un llamado telefónico sin respuesta, bastan para que el otro se vuelva el objeto de una necesidad irreprimible, porque sólo él tiene el poder de calmar la angustia que provocó. El otro se transforma, entonces, alternadamente, en el remedio y la enfermedad. De esta soledad borde de angustia, Millot logra pasar, gracias al análisis en un comienzo, y a la escritura después, a otra soledad que ella describe como un sentimiento oceánico. Esta otra soledad es la que causa su escritura, escritura que permite, a su vez, que esa soledad exista. Lo que me parece muy interesante y sutil es que no habla de una soledad que desaparece. La soledad como fenómeno permanece. Lo que cambia es su signo. Es decir, allí donde sufría de eso, puede ahora satisfacerse.
Tuve la suerte de entrevistar a Millot en Bruselas. Allí me contaba cómo su estilo de escritura le debía mucho al análisis que había hecho con Lacan. Ella no escribe directamente sus libros sino que primero los graba dejándose llevar por la asociación libre casi como si se tratara de una sesión analítica. Mencionó un ejemplo: cuando habla de la estación de subte Trocadero en París, la palabra Trocadero la llevó a la palabra trop, demasiado, y trop la llevó a trou, agujero. Es interesante notar entonces que no es sin el análisis que ella encuentra la escritura, esta solución, esta manera de arreglárselas con aquello de lo que sufre.

T : Ambas soledades, digamos, ¿cambian sus modos de ser habitadas con el tiempo? ¿Cómo sería eso, si eso es así?
P : ¡Qué pregunta interesante pero difícil! Hace años que estudio las cuestiones que tienen que ver con el tiempo. Sin embargo, no me siento capaz de responder esto por ahora. Lo que sí puedo decir es que hay estados que modifican la relación que el sujeto tiene con el tiempo. El enamoramiento, por ejemplo. Barthes dedica un fragmento del discurso amoroso a la espera. ¿Quién no ha sufrido una hora eterna esperando un llamado? ¿Quién no ha tenido la sensación de que una situación placentera ha durado un instante?

T : ¿Qué opinás de lo que le dice Lacan, que en el amor, por lo general, el sujeto es una víctima? Ella habla después de la locura del amor. Parece ir absolutamente contra la corriente.
P : El psicoanálisis apuesta al amor, al contrario del capitalismo, que lo rechaza. Sin embargo, hay diferentes tipos de amor. Y, efectivamente, hay amores que están del lado del estrago, que dejan al sujeto que lo padece en el lugar de la víctima. Pero el psicoanálisis apuesta no sólo al amor sino a un amor más digno. Un amor al que no se llega a menos que uno haya encontrado una manera propia de arreglárselas con aquello de lo que sufre. De alguna manera, podría decirse que para llegar a ese amor es necesario haberse reconciliado con esta soledad que nos habita.


Patricia Cárdenas García

Psicóloga Clínica

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La psicología es un arte y no una ciencia (y por qué es importante la diferencia)

EL PSICOANÁLISIS Y LA PSICOLOGÍA TIENEN EN SU ORIGEN UNA INSPIRACIÓN Y UNA PENETRACIÓN ARTÍSTICA Y ESTO ES LO QUE LAS HACE TAN VALIOSAS, NO LA MIMESIS CIENTÍFICA

Revisando publicaciones científicas  y el propio zeitgeist de nuestra cultura uno podría pensar que la psicología ha logrado establecerse como una ciencia, una ciencia suave y un tanto controversial si se quiere, pero coexistiendo en la misma arena que algunas de las ciencias más exactas. Esto es probablemente el resultado del arduo trabajo de los psicólogos que han sentido una enorme presión para legitimar su conocimiento y agenciarse el prestigio y la aceptación que supone producir conocimiento científico en nuestra sociedad. Esta presión fue sentida por Freud, cuyo trabajo en un principio fue recibido con hostilidad por los médicos de su época (sus colegas), lo cual lo llevó, en defensa propia, a buscar proyectar el rigor y la repetibilidad que se asocia con la ciencia al psicoanálisis. En el caso de Jung algo similar ocurrió, especialmente porque el médico suizo al interesarse por temas que el mismo Freud consideró demasiado pantanosos y que la ciencia hoy sigue considerando como pseudocientíficos –la sincronicidad, la alquimia, la astrología, etc.– creyó imperativo proceder de la manera más rigurosa posible, clasificando y ordenando la profundidad de suyo insondable de la psique bajo ciertos modelos que aspiran a ser un prototipo de la ciencia del ser o de la ciencia del alma.

A este proceder meticuloso de las dos grandes figuras del psicoanálisis –especialmente de Freud que asoma una teoría suficientemente plausible de la naturaleza humana– le debemos que la psicología sea tomada con tanta seriedad y sea parte del canon del conocimiento humano, sin que esto signifique que exista un consenso. A su vez la psicología se ha diferenciado del psicoanálisis intentando hacer ciencia social, midiendo comportamientos y creando predicciones, desarrollando ramas como la psicobiología y la psicología evolutiva entre otras, las cuales producen conocimientos sumamente interesantes pero están más cerca de la neurociencia y la sociología y van en contra del significado original, la tradición y la esencia de la psicología (que significa primero el estudio del alma). Lo que hizo revolucionario, por así decirlo, y lo más notable y revelador del psicoanálisis no viene de su acercamiento científico a la mente, sino de su imaginación y su intuición, de su acercamiento mitopoético a la psique. Su profundidad está enraizada en el arte, es una forma de percibir la profundidad de las cosas; más allá de la fisiología, los mitos y deseos que animan nuestros comportamientos. Y en este aspecto de la percepción, Freud y Jung más que acercarse al espíritu científico de su época se remontaron a un principio imaginativo, que podemos encontrar entre los poetas románticos o los filósofos presocráticos que, como si fueran chamanes, lo mismo hacían filosofía y ciencia que arte y religión. El psicoanálisis, que los psicólogos modernos desprecian por alejarse de la ciencia, es en realidad, por acercarse al arte, la disciplina que más se acerca a la psicología en su naturaleza más profunda.

Lo anterior se vuelve más claro al leer la entrevista de Freud que publicó Giovanni Papini en 1934, citada por James Hillman en su libro Healing Fiction:

Todos piensan que me mantengo por el carácter científico de mi trabajo y que mi principal alcance yace en la curación de enfermedades mentales. Eso es un error terrible que ha prevalecido a lo largo de los años y que no he logrado corregir. Soy un científico por necesidad y no por vocación. En realidad soy un artista por naturaleza… Y de esto hay una prueba irrefutable: que en todos los países en los que ha penetrado el psicoanálisis ha sido mejor entendido y aplicado por escritores y artistas que médicos. Mis libros, en realidad, más semejan obras de la imaginación que tratados de patología.

Freud así confiesa que detrás de su apariencia de doctor yace su esencia de artista y se incluye en la tradición de Mallarmé, Zola y Goethe (“mi viejo maestro”). Para muchos la atracción del psicoanálisis es que llevaba el terreno incierto, subjetivo y polisémico de la psique a una explicación, a una causa profunda. Doble atracción, porque la causa estaba oculta, como en un misterio, yacía comúnmente en el inconsciente y en la infancia. Pero Freud se veía a sí mismo más como un novelista o una mezcla de novelista e investigador de aquello “que no puede aclararse” y que “penetra en lo desconocido”, como escribió el mismo Freud sobre los límites epistemológicos de la interpretación de los sueños. Heráclito hace unos 2 mil 500 años escribió: “No puedes descubrir los límites del alma, incluso si viajaras por todos los caminos para hacerlo; tan profundo es su significado”. No se puede hacer ciencia con aquello que es inconmensurable.

Freud estaba inventando un nuevo género, nos dice James Hillman, una mezcla entre “ficción y casuística y siempre desde ahí en la historia de nuestro campo, estos son inseparables; la historia de nuestros casos es una forma de escribir ficción”. El psicoanálisis, la llamada “cura hablada”, no cura (cuando cura) porque encuentre la causa definitiva de nuestras psicopatologías, cura porque nos hace habitar en la ficción, nos hace sensibles al poder liberador de la ficción. Utiliza la imaginación a nuestro favor –que desata la creatividad libidinal, nos remite a historias significativas en las que nuestra vida se vuelve parte del arco dramático de la poética aristotélica, a veces llegando a la catarsis (algo como la sublimación freudiana). La ficción, concebir nuestra vida como una historia –actuando mitos y arquetipos– la dota de un sentido poético, de un significado profundo. Esto es lo más valioso del psicoanálisis –más importante que curar o no una psicopatología, darle profundidad a la existencia, mayor riqueza y resonancia a nuestras experiencias, crear el contexto para que la mente se vincule con la historia y sea parte de una historia poética.

Aquí hacemos el espacio para interpelar a James Hillman, a mi juicio, el tercer gran personaje en la historia de la psicología profunda. Hillman sitúa el origen de la psicología en Heráclito, quien sostuvo a la psique como su arconte, el origen de las cosas en su filosofía. Psique, nunca está de más recordarlo, que significa alma; lo psicológico es aquello que pertenece al alma, y la psicología nos acerca al dominio de la diosa Psique, amante de Eros y su mitopoética. Este es el espíritu que rescata Hillman en su visión de “una psicología del alma que es también una psicología de la imaginación, una que no toma su punto de partida ni de la fisiología, ni de la lingüística estructuralista, ni de los análisis o el comportamiento, sino de los procesos de la imaginación. Esto es, una psicología que asume una base poética de la mente”.

Lo importante a tomar en cuenta aquí no es emplear un mayor rigor en la clasificación de la psicología y por lo tanto expulsar a la psicología de la ciencia, demarcando claramente los límites de su saber, como algunos científicos más duros han debatido en numerosos artículos. Lo importante es regresarle a la psicología su esencia artística e imaginativa, ya que la materia prima de la psique son las imágenes y es la naturaleza del arte tratar con imágenes, más que la ciencia. Casi podríamos pensar en la psicología como una nodriza de las artes, una especie de hermana de Mnemósine (la memoria y la imaginación van de la mano); en su estudio y conocimiento, un sustrato de creatividad e inspiración. Y así concebir a la mente bajo una base poética. Esta sería la culminación del arte psicológico, una poética de la mente o una disciplina de hacer alma en el mundo.

Esto no sólo es una visión estética del mundo, tiene también un componente práctico, o mejor dicho la estética tiene en este sentido una posible dimensión ética. Evidentemente la psiquiatría no es lo mismo que la psicología o el psicoanálisis –y hay ciertos casos extremos donde su aplicación farmacológica parece indicada– pero al tratar con la psique, con la región del alma y de la imaginación, quizás debería de considerar un acercamiento más suave e imaginativo, más cercano a los mitos y fantasías y emociones que muevan a la psique. Esta es la intuición fundamental de Jung, por ejemplo, quien se formó como psiquiatra pero trató a sus pacientes activando su imaginación, pidiéndoles que materializaran sus sueños y visiones en mandalas y guiándolos a decodificar los símbolos y arquetipos de su inconsciente para integrar su “sombra”. En vez de suprimir los síntomas con agresivos medicamentos, dejar que la creatividad de la psique surja y se cure a sí misma.

Tal vez el rigor se llega a convertir en rigidez en el caso de los tratamientos psiquiátricos que afrontan la diversidad y las tensiones inherentes de la mente humana con una misma fórmula, una misma pastilla orientada a suprimir las enfermedades mentales, en las que, como creía Jung, se ocultan los dioses de la antigüedad, y son manifestaciones de la profundidad, de la ficción poética del individuo. “Los elementos de la imaginación, a diferencia de los elementos de la ciencia, son necesariamente polivalentes”, dice Hillman. Los padecimientos, sueños, fantasías, obsesiones, complejos y patologías de la psique son siempre algo más, son metáforas y tal vez por eso se resisten a ser tratados de manera literal. Es por eso tal vez que los tratamientos ortodoxos, siguiendo al pie de la letra el manual de la psiquiatría moderna, son tan poco efectivos. Para tratar al alma se necesita de alma –y la ciencia sostiene haber refutado su existencia, ya que sólo lo físico es real; para hablar en el lenguaje de la fantasía y la imaginación se necesita arte. Vivimos en un mundo en el que cada vez hay más enfermos mentales –esto es un hecho científicamente comprobable, a razón de que es la psicología haciéndose pasar por ciencia la que define a una persona como enfermo mental y cada semana descubre una nueva psicopatología; cada vez más personas deprimidas, esquizofrénicas, bipolares, con déficit de atención, etcétera, como consecuencia de la aplicación del método científico a la psique. Y es que el alma tiene razones que la razón no entiende.

por: Alejandro Martínez Gallardo

http://pijamasurf.com/2015/03/la-psicologia-es-un-arte-y-no-una-ciencia-y-porque-es-importante-la-diferencia/


Patricia Cárdenas García

Psicóloga Clínica

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El pobre niño rico

Fuente: Alice Miller: El drama del niño dotado. – 1a ed. – Buenos Aires : Tusquets Editores, 2009. pag. 20-25

Antes no podía evitar preguntarme si algún día nos sería posible captar la dimensión exacta de la soledad y del abandono a los que estuvimos expuestos cuando niños. Entretanto sé que es posible. No me refiero aquí a los niños que, a ojos vistas, crecieron sin cuidados y que se han hecho adultos con esta certeza. Me refiero más bien al elevado número de personas que llegan a la terapia con la imagen de esa infancia feliz y protegida que les vio crecer. Se trata de pacientes con muchas posibilidades, e incluso con talentos que desarrollaron posteriormente y cuyas dotes y rendimientos también han sido alabados con frecuencia. Casi todos estos niños controlaban su micción ya en el primer año de vida, y muchos ayudaban con habilidad, entre el año y medio y los cinco años, a cuidar de sus hermanitos menores. Según la opinión preponderante, estas personas —orgullo de sus padres— deberían tener una autoconciencia sólida y estable. Pero ocurre precisamente lo contrario. Todo cuanto emprenden les queda entre bien y excelente, son admirados y envidiados, cosechan éxitos allí donde lo consideran importante, pero de nada les sirve todo esto. Detrás acechan la depresión, la sensación de vacío y de autoextrañamiento, de vivir una existencia absurda… en cuanto se esfuma la droga de la grandiosidad, en cuanto dejan de estar on top, de tener la seguridad de la superestrella, o cuando los invade el repentino sentimiento de haber fallado ante cualquier imagen ideal que tengan de sí mismos. Y entonces son ocasionalmente torturados por miedos o serios sentimientos de culpa o de vergüenza. ¿Cuáles son los motivos de un trastorno tan profundo en este tipo de personas dotadas? Ya en la primera sesión le hacen saber a quien los escucha que tuvieron padres comprensivos, al menos parcialmente, y que, si alguna vez les ha faltado comprensión por parte de quienes les rodeaban, esto se debía, en su opinión, a ellos mismos, al hecho de que no podían expresarse de forma adecuada. Presentan sus primeros recuerdos sin compasión alguna para con el niño que, en su momento, ellos también fueron, lo cual resulta tanto más sorprendente cuanto que dichos pacientes no sólo poseen una manifiesta capacidad de introspección, sino que, además, pueden compenetrarse con relativa facilidad con otras personas. Sin embargo, su relación con el mundo sentimental de su infancia se caracteriza por la falta de respeto, el control obligatorio, la manipulación y el rendimiento a presión. No es raro que en ellos se manifiesten el desprecio y la ironía, que pueden llegar hasta la burla y el cinismo. En todos se advierte, además, la ausencia total de una auténtica comprensión emocional de su propio destino infantil, que no es tomado en serio, así como una desprevención absoluta en lo que respecta a las necesidades realmente propias, situadas más allá de la obligación de rendir. La interiorización del drama originario se cumple en forma tan perfecta que la ilusión de la infancia feliz puede ser salvada. Para poder describir el clima psíquico de una infancia semejante, quisiera formular primero unos cuantos presupuestos de los cuales parto.

1. Es una necesidad peculiarísima del niño, des de el principio, el ser visto, considerado y tomado en serio como lo que es en cada caso y momento.

2. «Lo que es en cada caso y momento» se refiere a: sentimientos, sensaciones y la expresión de ambas cosas ya en el lactante.

3. En una atmósfera de respeto y tolerancia para con los sentimientos del niño, éste puede renunciar a su simbiosis con la madre en la fase de separación y dar los pasos necesarios para  lograr su autonomía. 4. Para que estos presupuestos del desarrollo sano fueran posibles, los padres de estos niños tendrían que haber crecido también en un clima parecido. Estos padres transmitirían a su hijo la sensación de seguridad y protección en la que puede medrar su confianza.

5. Los padres que no tuvieron este clima en su infancia se hallan necesitados, es decir, que buscarán toda la vida aquello que sus propios padres no pudieron darles en el momento debido: un ser que les acepte, comprenda y tome en serio.

6. Esta búsqueda no puede, desde luego, acabar bien del todo, pues guarda relación con una situación irrevocablemente pasada, es decir, la primera etapa posterior al nacimiento.

7. Pero una persona con una necesidad insatisfecha & inconsciente —porque rechazada— se verá sometida, mientras no conozca la historia reprimida de su propia vida, a una compulsión que intenta satisfacer esta necesidad recurriendo a vías sustitutivas.

8. Los más predispuestos a ello son los propios hijos. Un recién nacido depende de sus padres venga lo que viniere. Y como su existencia depende de que consiga o no el afecto de éstos, hará todo lo posible por no perderlo. Desde el primer día pondrá en juego todas sus posibilidades, como una planta pequeña que se vuelve hacia el sol para sobrevivir.

A lo largo de mis veinte años de actividad como terapeuta me he visto confrontada sin cesar con un destino infantil que me parece significativo para personas con profesiones que suponen algún tipo de ayuda a los demás.

1. Es el caso, por ejemplo, de una madre profundamente insegura en el plano emocional, que, para mantener su equilibrio sentimental, dependía de un comportamiento determinado o de cierta manera de ser de su hijo. Esta inseguridad podía muy bien quedar oculta, de cara al niño y a todo el entorno, tras una fachada de dureza, autoritarismo e, incluso, totalitarismo.

2, A esto se añadía una asombrosa capacidad del niño para captar y responder con intuición, o sea, también en forma inconsciente, a esta necesidad  de la madre o de ambos padres, es decir, para asumir la función que inconscientemente se le encomendaba.

3. De este modo el niño se aseguraba el «amor» de los padres. Sentía que lo necesitaban, y eso daba justificación existencial a su vida. La capacidad de adaptación se amplía y se perfecciona, y los niños en cuestión no sólo se convierten en madres (confidentes, consoladores, consejeros, puntos de apoyo) de sus madres, sino que también asumen responsabilidades de cara a sus hermanos y acaban desarrollando una sensibilidad muy particular para captar ciertas señales in conscientes de las necesidades del otro. No es de extrañar, pues, que más tarde elijan a menudo la profesión de psicoterapeuta. Pues, ¿quién, sin esta prehistoria, pondría tanto interés en intentar des cubrir todo el tiempo lo que ocurre en el inconsciente de otros? Sin embargo, en la ampliación y el perfeccionamiento de esta capacidad perceptiva que, en su momento, ayudó al niño a sobrevivir e impulsó luego al adulto a ejercer una profesión asistencial, se hallan también las ratees del trastorno. Este trastorno lleva una y otra vez a estos «asistentes» a querer satisfacer con personas sustitorias las necesidades no satisfechas en la infancia.

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Patricia Cárdenas García

Psicóloga Clínica

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LA AGRESIVIDAD ES UN GUIÓN SOCIAL

fuente:

Howard Kassinove
Raymond Chip Tafrate

EL MANEJO DE LA AGRESIVIDAD
Manual de tratamiento completo
para profesionales (selección)

Kassinove y Sukhodolsky (1995) definieron la agresividad como un estado emocional subjetivo. Este estado subjetivo varía en intensidad y duración, así como en frecuencia, y está asociado con ciertas distorsiones cognitivas, conductas verbales y motrices, y determinadas pautas de activación física.
Si bien puede aparecer espontáneamente, lo característico es que se señale a otra persona como la causa de la agresividad. También incluye habitualmente la percepción de que esta otra persona es digna de censura o merece ser culpabilizada.
La agresividad no es una forma de agresión, ¡y la mayoría absoluta de las veces no conduce a la agresión! Se trata, antes bien, de una experiencia subjetiva a la que le siguen de forma característica intercambios aversivos inintencionados con amigos íntimos, compañeros de trabajo y familiares. Aunque la agresividad es bastante frecuente, y a veces útil, puede llegar a convertirse en un problema personal con multitud de consecuencias negativas, que requiera un tratamiento en el contexto de una terapia individual, de pareja o de familia, ya sea en la práctica privada o en un encuadre institucional.

[…] Según los constructivistas, la agresividad es un papel o un guión conductual reforzado y construido socialmenteque aprendemos a seguir. Este guión consta de pensamientos internos, reacciones fisiológicas, y conductas verbales y motrices observables (por ejemplo, Averill, 1982, 1983; Wessler, 1992). Al nivel más amplio de la sociedad y de los subgrupos sociales aprendemos múltiples conductas agresivas que suelen aparecer juntas de forma característica. En otras palabras, aprendemos “cómo” y “cuándo” ser agresivos. De acuerdo con esta perspectiva, la agresividad no es “algo” que existe y que puede ser fácilmente desmontado en sus distintos elementos. Antes bien, la agresividad es un concepto relativamente organizado pero confuso que, al igual que sucede con otras emociones, no es posible definir con absoluta claridad (Russell & Feher,1994). De hecho, los expertos no están de acuerdo respecto de si la agresividad debe siempre contener el elemento de culpabilización o presentar un componente fisiológico o un componente conductual. Tampoco existe un acuerdo unánime acerca de los subtipos de agresividad (por ejemplo, enfado, furia, etc.) o de si la agresividad es diferente de la hostilidad y de la agresión[…]  la agresividad hace referencia a una pasión o emoción en su mayor parte aprendida, experimentada subjetivamente y manifestada públicamente por una persona que vive en una determinada cultura. La agresividad constituye un guión organizado en parte innato, pero que también se desarrolla en gran medida en función del aprendizaje dentro de la familia y en la escuela, a través de la formación religiosa y del modelado de los personajes que observamos en la televisión y en otras partes.
Aunque esta perspectiva constructivista y social pueda parecernos de entrada poco familiar, lo cierto es que todos aprendemos cómo hay que actuar cuando nos sentimos agresivos y cuándo se supone que debemos ponernos agresivos. Analicemos,por ejemplo, algunas de las amplias diferencias existentes entre las distintas culturas. En algunas culturas árabes los hombres aprenden a reaccionar agresivamente por el mero hecho de que una mujer muestre su rostro en público. Por contraste, en Francia y en Mónaco es bastante usual que las mujeres muestren los pechos al aire en la playa, lo cual no provoca ninguna agresividad en absoluto. En Estados Unidos es probable que alguien se ponga agresivo si descubre que su pareja mantiene una relación adúltera. Por contraste, otras culturas permiten la poligamia y sus miembros apenas reaccionan, ni tan siquiera con enojo, cuando la pareja mantiene relaciones sexuales con otra persona. Así pues, la agresividad es aprendida por lo que respecta a las personas, los objetos y las conductas específicas ante las que reaccionamos.
Los profesionales pueden dar por sentado la aparición de diferencias verbales en el guión de la agresividad en función del género, el nivel socioeconómico, la edad, la región de procedencia o el país de origen. En Rusia, por ejemplo, una
modalidad verbal leve y tal vez infantil de expresar agresividad consiste en decir: “Eres más tonto que un tarugo”. Si un adolescente o un adulto se sienten moderadamente agresivos, pueden lanzar la frase: “¡Eres un condón!”, lo que implica estupidez carente de mala intención. Finalmente, una expresión muy
fuerte de agresividad sería: “¡Eres un pervertidor de niños!”. Pero esta última frase no incluye ninguna implicación ofensiva de carácter sexual. Se trata más bien simplemente de una expresión muy fuerte de agresividad. Lo importante es que, por ejemplo, ningún norteamericano utilizaría ninguna de estas frases. Y a su vez los norteamericanos tienen expresiones para expresar la agresividad que no se utilizan en ninguna otra parte. Por ejemplo, la mayoría de los pacientes procedentes de otros países tienen dificultades con la expresión: “¡Eres más tonto que una uña de un palmo!” (You´re as dumb as a doornail!)Tales diferencias idiomáticas sugieren que existen normas culturales aprendidas en el componente verbal del guión de la agresividad.
También existen diferencias en la configuración conductual del guión de la agresividad. Existe cierta evidencia, por ejemplo, de que es más probable que las mujeres griten cuando están agresivas, en tanto que es más probable que los niños varones y los hombres pasen a la agresión física en las mismas circunstancias (Averill, 1982; Kassinove, et al., 1997; Buntaine & Costenbader, 1997). Los pacientes procedentes de los estatus socioeconómicos más bajos, y los adolescentes, son más propensos a utilizar los insultos (Martin, 1997). Los pacientes procedentes del sur de Estados Unidos son más propensos a pasar a la agresión física cuando se sienten agresivos (Nisbett, 1993) y es posible que los norteamericanos de origen japonés sean menos directos que otros norteamericanos en su forma de expresar la agresividad (Komahashi, Ganesan, Ohmori, et al., 1997;Aune & Aune, 1996). Ciertamente, las personas del norte de Estados Unidos pueden parecerles frías y reservadas a las personas procedentes de culturas latinas más expresivas. A su vez, los norteamericanos tanto del norte como del sur pueden parecerles muy cálidos e inapropiadamente expresivos a las personas procedentes de las culturas asiáticas.
Parte del guión de la agresividad es innato y se ha venido desarrollando a lo largo de nuestro pasado evolutivo como elemento integrante de la reacción motriz adaptativa de “ataque o fuga”. En el caso de los animales, este elemento innato consiste en una serie de conductas motrices que pueden incluir el arrojar líquidos pestilentes (las mofetas), hacer ciertos ruidos (las serpientes cascabel), erizar las púas (los puercoespines), etc. […] llevamos mucho de este pasado animal en nuestro repertorio conductual, lo que resulta ser especialmente cierto a propósito de la conducta agresiva.

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Patricia Cárdenas García

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